Recalculando la Ruta
Recalculando la Ruta. Una y Otra y sí, otra vez. Con mucha seguridad todos hemos elegido alguna ruta ya sea para llegar a una cita, a un trabajo, para salir de viaje, siempre tratamos de revisar cual es el mejor camino, el medio de transporte, los costos, incluso nos asesoramos y preguntamos a nuestro alrededor: -Oye, ¿Y cuál será la mejor ruta para llegar a …?
También tomamos precauciones por si acaso hay una manifestación, una desviación y nos encomendamos a “San Waze”, no vaya a ser la de malas y llegue tarde.
¿Te suena? Seguro que sí, es algo cotidiano.
Si por alguna razón vemos que ese camino no nos está funcionando, pensamos rápido y
tomamos vías alternas, me bajo del camión y tomo un taxi, mejor camino ya falta poco, o el
clásico, hubiera salido más temprano. El punto es llegar en tiempo y forma al sitio en
cuestión de acuerdo a nuestra hoja de ruta.
Aquí me regreso y releo el párrafo anterior, suena trivial e incluso podríamos decir que hasta
intrascendente; totalmente de acuerdo.
Ahora, vamos a pensar en macro; sí, en nuestra vida, en la hoja de ruta que ya convertimos
en una carta geográfica que ni Magallanes la hubiera siquiera imaginado.
Todos aquellos sueños, planes, proyectos y metas que desde siempre hemos tenido
rondando en el imaginario. ¿Cuántas noches en la infancia nos quedamos dormidos en la
ensoñación de ser mayores y tener esa vida que tanta ilusión nos genera?
Y después, pasan cosas, eventos de la vida que definitivamente van alterando todo
aquello que minuciosamente ya teníamos contemplado tiempo atrás, sucesos inesperados y
fortuitos, que nos obligan a ir ajustando las velas como si estuviéramos en alta mar.
Con esto no me refiero únicamente a situaciones que podríamos considerar adversas, sólo
son eventos que la vida misma nos presenta, como aquellas que perseguimos con ahínco,
como pudiera ser el caso de una magnífica oportunidad de trabajo o la inesperada muerte
de un ser querido. De todo nos puede pasar, de todo indudablemente.
Todo aquello nos toca porque está en nuestro presente y nos trastoca porque altera el
desarrollo de esa ruta preestablecida que nuestra mente crea y nuestro corazón anhela.
Sin embargo, cuando ya estamos inmersos en un nuevo escenario, no siempre resulta tan
sencillo como pareciera en el discurso, primero que nada el hecho de poder aceptarlo es
todo un reto que conlleva muchísima conciencia, autoconocimiento, voluntad y compromiso.
El estar dispuestos a cambiar el trayecto, nos va a implicar en algunas ocasiones modificar
cosas que tal vez nunca pensamos que pudieran estar en juego, como puede ser tiempo,
hábitos, relaciones, trabajo o descanso. Y nuestro mecanismo de defensa es la resistencia, que por definición se entiende como la capacidad de tolerar, aguantar u oponerse a algo.
Ejercemos fuerza en contrario, casi de manera espontánea tenemos un no por respuesta y
encontramos mil y un excusas, pretextos o argumentos para no dar aquel paso que nos
cambiaría de ruta, si, aquellos trazos bien definidos en nuestro estructurado mapa mental.
El poder actuar de manera flexible es una herramienta fundamental cuando se trata de
recalcular la ruta ya que hay altas posibilidades de tener que transitar un camino que hasta
hoy nos pudiera parecer intransitable o probablemente peligroso.
Trato de abordar de manera genérica el tema ya que pudiera ser que únicamente las
situaciones adversas nos implicaría este cambio de paradigmas, pero muchas veces no nos
percatamos que incluso aquellas que entendemos como positivas también requieren de
nuestra flexibilidad, voluntad y compromiso.
Es muy común dejar pasar oportunidades magníficas de crecimiento, progreso o avance, ya
sea personal o laboral por esa resistencia al cambio o por el miedo a lo desconocido, por
supuesto que da temor aventurarnos y tomar decisiones, porque son nuestras creencias las
que nos han guiado y a partir de ellas hemos elegido.
Así es como lo hemos aprendido y está bien, sólo que hay momentos que requieren de
nosotros esa flexibilidad a la hora de tomar decisiones y alterar el rumbo de nuestra vida.
Sí, efectivamente, una sola decisión cambia totalmente el panorama. Un solo evento nos
puede marcar la vida. No es poca cosa. El poder tener la certeza de que no hay nada
inalterable y que en cualquier momento nos pudiera surgir la imperiosa necesidad de
cambiar la ruta, es un pensamiento básico para tener una actitud flexible, poder ponderar
los pros y contras de tomar una alternativa, nos ayuda a transitar de un lado a otro en
conciencia.
No con esto quiero decir que todo va a ser fácil, armónico y tranquilo. Probablemente habrá
momentos cruciales que nos van a generar dolor, temor o incertidumbre y es aquí donde
tenemos que echar mano del autoconocimiento. ¿Sabemos con qué herramientas
personales contamos? A pesar que hay eventos para los que nunca estaremos preparados,
el saber que tenemos fortalezas nos da cierta luz en el camino. Andar a ciegas y aún así
enfrentarnos a una situación nueva tomando decisiones con poca lucidez es aterrador.
No perdamos de vista que para cada acción corresponde una reacción y el ser
responsables de los efectos que conlleva una elección es parte de recalcular la ruta. No hay
buenas o malas decisiones como tal, sería un juicio inagotable entre el ser y el deber ser.
Únicamente son acciones que tomamos en un momento determinado alimentadas de
nuestras creencias, transitando por aquel camino conocido y que a veces nos resistimos a
dejar.
No hay fórmula mágica, ni recetas; la experiencia es individual, somos producto de nuestras
vivencias y vamos aprendiendo. El saber que una actitud flexible, el autoconocimiento y
poder contar con redes de apoyo es indispensable para que cuando haya que recalcular la
ruta lo hagamos en consciencia o también pudiéramos elegir no hacerlo.
Finalmente, es una prerrogativa inalienable. Tú decides.
Martha Suárez
Tanatología y Resiliencia
CDMX, México
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